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Nicolás Sáez

"La imagen, es parte de esa disociación, su consumo prolifera y reemplaza procesos de aprendizaje internos, sobre todo en las generaciones más jóvenes."

NICOLÁS SÁEZ GUTIÉRREZ (1973). Arquitecto académico de la Universidad del Bío-Bío (UBB), estudiante de Doctorado en Arquitectura y Urbanismo UBB y Artista Visual. Director de Arte y Comunicaciones de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UBB, cofundador y codirector de “Bienal Concepción, Arte y Ciencia” y codirector editorial revista “Ojo Zurdo, Fotografía y Política”. Ha expuesto su obra fotográfica de forma individual en diversas ciudades de Chile y ha participado en muestras colectivas internacionales destacándose: 8° Bienal Argentina de Fotografía Documental (2018), NANO Festival 2017 en FOLA (Fototeca Latinoamericana. (2017); Bienal Internacional FOTOGRÁFICA BOGOTÁ, Colombia (2017); “Photobooks 10×10 latinoamericanos” en Museo de Pittsburgh, Pensilvania. USA (2016); “Map of the New Art – Imago Mundi” en Fondazione Giorgio Cini, Venecia, Italia (2015); “El espejo roto” en Musée de l’Élysée Lausanne, Suiza (2011); Bienal de Photoquai en París, Francia (2011); “Sobre encargos y desapariciones: Una mirada a la fotografía chilena contemporánea.” Parque del Centro de fotografía CMDF en Montevideo, Uruguay (2011); “Xile: Fotografía y Convivencia” Castillo Montjuic de Barcelona, España (2011); “De hechos” MAC de Niteroi, Río de Janeiro en Brasil (2011); Bienal Internacional de Arte Beijing, China (2010). Desde el 2014 ha estado dedicado al diseño y construcción de cámaras oscuras habitables siendo “Aiwiñ, Cámara Mirador” (Coliumo, 2018) y “Muyu, Cámara Circular” (Toconao, 2017) las dos primeras obras arquitectónicas de nuestro país. Hoy, se prepara para participar en SACO 1.0, Bienal de Arte Contemporáneo de Antofagasta, donde instalará “Pacha-tikray, cámara de inversión”, cámara oscura habitable y efímera; y desarrollando “Üdwe, cámara calma”, financiada por Fondart Nacional 2021, será una cámara oscura habitable a instalarse en la UBB, campus Concepción, a fines del 2022.

1. ¿Cuál fue el punto de inflexión en tu historia personal donde la fotografía pasó a ser parte esencial de tu vida?

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N.S: Retengo en mi memoria dos momentos significativos: el primero fue cuando nos llevaron con los ojos vendados, como mechones de arquitectura, a una sala completamente a oscuras, nos sentamos en el suelo, espalda contra espalda, y al sacarnos la venda comenzó un diaporama, a tres proyecciones sincronizadas con música de Congreso, rodeándonos completamente. Fue en 1991, al entrar a la universidad, y la primera experiencia estética con la fotografía de arquitectura, de paisajes urbanos y naturales, y en formato de proyección lumínica. Esas imágenes y formato, se fueron repitiendo clase a clase y en jornadas colectivas de distensión, lo que me impulsó a comprar mi primera cámara réflex y ampliadora que me acompañaron durante toda la carrera. Junto a un querido amigo realizamos varios diaporamas, armando diapos artesanales en blanco y negro, por contacto entre un negativo estándar y una película kodaklink (Kodak ImageLink HQ ISO 25) para luego meterlo en un marco plástico. Creamos “fotonovelas”, pintamos el celuloide con algún color y/o escribimos a pulso los breves textos de relato en los “globos” dentro de la misma diapo. Esta producción autodidacta me mantuvo dentro del cuarto oscuro por mucho tiempo, y en aquel tiempo libre, donde la voluntad y la pasión te movilizan. Acá, experimenté muchas veces el bello fenómeno de “aparición” de la imagen sobre el papel fotosensible sumergido el líquido revelador D-76, dentro de una habitación oscura iluminada con una débil luz roja. Este es el segundo momento significativo que se conserva vivo en mi memoria y que hoy es referencia directa de mi investigación sobre el proceso contemplativo que es inducido por la percepción del fenómeno físico lumínico al interior de cámaras oscuras habitables, donde de forma natural me he ido fascinando del cruce transdisciplinar entre fotografía, arquitectura, arte y ciencia.

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2. ¿Cómo ha sido tu camino de formación en fotografía?

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N.SMi incorporación a procesos reflexivos con la fotografía fue tardía. Desde mi ingreso a la escuela de Arquitectura de la Universidad del Bío Bío, se mantuvo como una constante pasión que me introdujo a procesos exploratorios y creaciones intuitivas. También, recuerdo haber realizado el curso de Teleduc, el 1992, que hoy lo valoro en tiempo de educación remota, y admirar y seguir el trabajo de Alfredo Jaar y Joan Fontcuberta, ya al terminar la carrera y comenzar a trabajar como profesor de arquitectura. Recién el 2007, a los 34 años, realicé mi primera exposición individual en Concepción que me llevó, al año siguiente, a integrar el Colectivo Concepción Fotográfica (2008-2013), donde pude conocer la producción de Fotografía Contemporánea, chilena y extranjera, a partir de las innumerables conversaciones con mis colegas del colectivo, muchos seminarios, charlas de autor, residencia de producción colectiva, capacitaciones en taller especializados. Luego, y con el proyecto “MARca” (2010), nace una relación artística y de amistad con Andrea Jösch, que comienza desde una relación profesional, cuando ella incluye mi trabajo en su proyecto curatorial, hasta un sostenido y fortalecido acompañamiento de mis procesos creativos. Relación afectiva-artística, que agradezco profundamente y sin duda marca mi formación en la fotografía.

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3. ¿Cómo son tus procesos creativos?

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N.SMuy marcado por la formación de arquitecto, mis procesos son proyectuales, de imaginar y llevar a lo concreto imágenes mentales. Mi aproximación ha sido desde el inicio una constante puesta en tensión entre la fotografía y la experiencia, diría, que la fotografía dio inicio a nuestra instaurada relación mediatizada con el mundo y nosotros mismos, y es con la propia fotografía que intento mostrar esa tensión, invitar a reflexionar sobre nuestra predilección por la imagen, diciéndolo con la imagen. Así, los contenidos de mis trabajos son críticos de los símbolos de la hiperconexión o mediación constante que son parte de nuestro paisaje cotidiano (Ruido Blanco (2013); MaPa, marcas en el paisaje (2015); Réplica Original (2017)) o son el intento de redocumentar una experiencia contemplativa significativa a partir de la poética fotográfica (FªS, Fotografía superficial (2007); Sobrebaldosas, visión y revisión (2009); MARca (2010), Pieza Propia (2010), Ante el horizonte (2011), #MaldeOjo (2019)). Además, desde el 2014 estoy concentrado en el potencial artístico de la cámara oscura habitable, diseñando y construyendo obras que propician experiencias contemplativas a partir del simple y bello proceso de percepción del fenómeno físico lumínico. Cada día me convenzo más del potencial sanador de la experiencia contemplativa, y cada día veo cómo esa oportunidad es más y más escasa… casi extinta en algunos sectores de nuestra sociedad. La imagen, es parte de esa disociación, su consumo prolifera y reemplaza procesos de aprendizaje internos, sobre todo en las generaciones más jóvenes. Así, mis procesos creativos divagan entre, las profundidades de la experiencia directa, sus bondades y asombro constante, donde logramos conocernos a nosotros mismos en el mundo; y la visión crítica de aquel otro mundo, el mediatizado y hegemónico que influye y domina no solo nuestras conversaciones, y que por su naturaleza siempre tendrá a alguien tras bambalinas editando su apariencia. Divagación mental que me lleva a distinciones visuales y textuales, como inicio e impulso de proyectos, imágenes mentales activadas por la palabra que intento capturar con la cámara.

 

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4. ¿Cuáles son las estrategias de difusión de tu trabajo?

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N.SDiría, que sumado a las habituales como lo es la Web de autor (sin actualizar hace mucho tiempo), redes sociales y publicaciones propias y por invitación, las estrategias conversacionales son mis preferidas, ideal cara a cara, con estudiantes, colegas, amigos y amigas. Creo que esto se debe, a que los trabajos que más recuerdo y valoro de otros fotógrafos y artistas, son los que conocí a través de la voz de su propio autor/a, en alguna charla, conversatorio o directamente en alguna afortunada conversación cara a cara. También, de los/as artistas internacionales que me llaman mi atención, busco entrevistas online, para leer o ver y escuchar su reflexión. Idea, que también nutre a la reedición del proyecto editorial “Ojo Zurdo”, original de Andrea Jösch y César Scotti (2001-2007), y que el 2015, sumándome al equipo editorial, se transforma en revista monográfica de fotografía contemporánea: “Ojo Zurdo, fotografía y política”. Este paso, nace precisamente como una propuesta de difusión que intenta dar cabida a reflexiones y procesos creativos, de fotógrafos y fotógrafas dentro de una publicación monográfica, ampliando significativamente el formato de divulgación de sus obras. Una revista de gran formato (30x40 cm cerrada), cosido zapatero y de grueso papel bond; con imágenes de obra, de proceso, frases del autor/a destacadas a doble página, más un texto crítico de obra y entrevista al autor/a… es una edición que no resiste el costo comercial de cualquier publicación impresa, pero sin duda, enaltece el valor del trabajo persistente, profundo, pero muchas veces censurado del artista fotógrafo/a que se dedica a revisar críticamente nuestra sociedad latinoamericana. Hoy, con el auge de la conversación remota, hemos visto proliferar conversatorios por doquier, a mi me ha tocado, como nunca, hablar harto sobre mi trabajo en entrevistas online y conversatorios, pero la fatiga del consumo digital ha sido el indicador principal que nos enseña a revalorar la conversación directa como una de las actividades humanas primordiales para la comunicación afectiva y cognitiva. Así, este mismo cuestionario me parece una estrategia clave para la difusión del pensamiento tras la obra fotográfica.

 

5. ¿Consideras la publicación del fotolibro como esencial? ¿Por qué?

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N.SEs esencial, como también lo es una exposición presencial o una entrevista. Creo en el multiformato y en la didáctica que intenta dar a conocer o transferir una experiencia significativa, hoy, no basta solo con una exposición en una sala ni menos en un espacio virtual, como también no basta solo con un fotolibro. Este en particular, propicia una experiencia intimista y concentrada, como cuando leemos un buen libro… hojeamos hacia adelante y a veces hacia atrás, para volver a leer ciertas ideas, nos asombramos, reímos y emocionamos con dicha lectura… su diferencia radica en el tiempo de lectura, siendo fugaz en el caso del fotolibro, pero que, en ciertas ocasiones, su relato cala hondo en la memoria, quedando imborrable y provocando su vuelta a hojear una y otra vez. Si lo comparo con una exposición presencial, cuando uno está frente a la imagen impresa en un espacio silencioso, creo que ambas experiencias estéticas son profundamente distintas y potencialmente complementarias.

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6. ¿Qué significa para ti el concepto de fotografía latinoamericana?

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N.SSignifica territorialidad, olor, cuerpo, geografía, sabores, voces y paisajes que me ayudan a reconocerme en mi origen, a dialogar con lo cercano, a comprender mis raíces, mi identidad, mi problemática… y desde ahí ver otros territorios y complejidades para compartir y retroalimentar. Confío que la fotografía, como el arte, tiene el potencial de ser un puente firme donde cruzan ideas, reflexiones y experiencias que nos acerquen al diálogo entre territorios hermanos, con los cuales convivimos en una misma geografía y en las mismas injusticias y abusos sociales. Una mirada latinoamericana, sin duda, es un proceso necesario para el autoconocimiento y que debiera iniciar con el reconocimiento de nuestros orígenes.

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7. ¿Qué opinas de la educación de la imagen en la sociedad; educación escolar u otra y cómo conectas la educación con tu trabajo?

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N.SCreo que, poco a poco, se ha levantado un consenso sobre lo fundamental que es la educación como base de todo proceso de reconocimiento y crecimiento social. La imagen es un poder que ha sido explotado crudamente por el mercado y la política, somos analfabetos visuales que consumimos irreflexivamente y cedemos con masiva fragilidad a la irrupción de sus mensajes, quedando sometidos a una especie de inercia anestésica que nos inmoviliza, inseguriza y mantiene sumisos frente a los abusos y dictámenes de comportamiento. Educar a comprender este poder, es la mejor manera de despertar el pensamiento crítico que ayuda, sin duda, al reconocimiento propio y de los demás. Como también permite transformar a todos y todas en productores conscientes de imágenes, surgidas desde miradas educadas y profundas, reflejo de nuestras propias evaluaciones del mundo que cohabitamos. Como la economía circular es una manera de redefinir lo que entendemos por crecimiento, una producción circular de las imágenes sería una manera de redefinir lo que entendemos por visibilidad, desde la dimensión económica, política y cultural. Así, en mi trabajo busco un formato didáctico con el multiformato, donde coexisten experiencias estéticas interpretativas y otras más descriptivas, aspirando a anclar el mensaje sin perder la clave poética, e intentando llegar a todo tipo de público. Como profesor de arquitectura y de fotografía, mi trayectoria artística está completamente cruzada con la didáctica proyectual, siendo para mi, una característica que intento plasmar en mi trabajo desde el arte.

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